Yo les doy vida eterna, y no perecerán jamás,
y nadie los arrebatará de mi mano – Juan 10:28
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En aquel tiempo se
celebraba en Jerusalén la Fiesta de la Dedicación. Era invierno, y Jesús
caminaba en el templo, en el pórtico de Salomón. Los judíos se congregaron a su
alrededor y le dijeron: "¿Hasta cuándo nos tendrás en suspenso? Si eres el
Cristo, dínoslo claramente." Jesús les respondió: "Ya se los he
dicho, pero ustedes no creen. Las obras que hago en nombre de mi Padre dan
testimonio de mí, pero ustedes no creen porque no son de mis ovejas. Mis ovejas
oyen mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna; nunca
perecerán, y nadie las arrebatará de mi mano" (Juan 10:22-28).
Queridos hermanos y
hermanas en Cristo, todos sabemos que cuando Jesús vivió en la tierra, muchas
personas lo rechazaron. No aceptaron plenamente sus enseñanzas a pesar de los
milagros que Jesús realizó ante sus ojos. Incluso mostró gran compasión y amor
hacia ellos. Sin embargo, estaban espiritualmente ciegos y no podían entender
las maravillas que Jesús hacía. Continuamente buscaban defectos en Él.
Lamentablemente,
estos eran los judíos, “¡el pueblo escogido de Dios!”. Jesús vino
a su propio pueblo, pero lo rechazaron en lugar de recibirlo con los brazos
abiertos. No creían en sus enseñanzas, y peor aún, ¡no creían en Él!.
Esperaban señales para demostrar que Él era el Mesías prometido
(Juan 10:24).
Jesús dejó claro
que solo sus ovejas reconocían su voz (Juan 10:26). Sus ovejas escuchan su voz
y creen en Él sin dudar. Además, aseguró a sus ovejas que siempre estarían
seguras en sus manos y les daría vida eterna (Juan 10:28). ¡Qué seguridad
tenemos en Jesús!
En la reflexión de
hoy, recordamos dos cosas importantes: primero, como creyentes en Jesús,
debemos poner nuestra confianza en Él y en sus palabras. No
seamos como los judíos que rechazaron a Jesús y sus enseñanzas a pesar de que
estuvo con ellos durante mucho tiempo y no creyeron en Él.
Segundo, podemos
regocijarnos en el Señor porque sabemos que estamos seguros en las manos
protectoras de Dios. Jesús es el buen Pastor y nosotros somos sus ovejas.
En resumen, creamos
en Jesús de todo corazón y Él estará siempre con nosotros, protegiéndonos de
cualquier daño o mal porque somos sus amadas ovejas. Amén.
Reflexión sobre
Juan 10: 22-42 por Linda
(Escucha el podcast aquí)
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