Thursday, November 23, 2023

Pecado

"Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: 'Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo. Trátame como a uno de tus jornaleros."- Lucas 15: 18-19


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Este fragmento del Evangelio nos habla sobre la bien conocida parábola del hijo pródigo y nos anima a reflexionar sobre nuestro propio pecado. Como el hijo pródigo, todos somos débiles y pecadores. A menudo, elegimos darle la espalda a Dios por medio de diversas palabras, decisiones y acciones que tomamos.

 

Pero, ¿somos lo suficientemente valientes y humildes para admitir nuestro pecado, al punto de poder decir claramente "he hecho esto mal" ante nosotros mismos, ante otras personas y ante Dios? El hijo pródigo pudo hacerlo. Incluso admitió que no era digno de ser llamado hijo de su padre y decidió rebajarse y convertirse en su sirviente. ¿Podremos nosotros hacer lo mismo? ¿Podemos encontrar esta humildad en nosotros?

 

Además, ¿cuáles son las circunstancias en las que admitimos nuestro pecado? El hijo pródigo reflexionó sobre su comportamiento sólo después de que terminaron los buenos tiempos. Gastó todo su dinero, había hambre en el país, no tenía suficiente para comer incluso luego de aceptar un trabajo alimentando cerdos. En su miseria, recordó a su padre, su casa, toda la comida y las riquezas que allí había. ¿Somos iguales? ¿reflexionamos sobre nosotros mismos? ¿nos volvemos a Dios sólo cuando nos ocurre una tragedia y sentimos que ésta es causada por nuestros pecados? O ¿nos esforzamos diariamente por reflexionar sobre nuestro comportamiento, palabras y decisiones (incluso en momentos en los que podríamos pensar que el pecar es realmente rentable para nosotros o que nos trae placer)?

Todo pecado tiene consecuencias, pero a menudo no sentimos su impacto negativo de inmediato. Aunque Dios también podría permitir que llegue el sufrimiento para hacernos reflexionar y arrepentirnos. Por eso es importante examinar nuestra conciencia y nuestro comportamiento con regularidad y recurrir a Dios diariamente.


Sin embargo, si no lo logramos, no debemos desesperarnos. El Padre amoroso siempre está esperándonos, listo para recibirnos nuevamente en cualquier momento, sin importar cuánto tiempo haya pasado. Como está escrito en el Evangelio: "Pero cuando aún estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión, y corrió, lo abrazó y lo besó". (Lucas 15:20)

 

Reflexión sobre Lucas 15: 11-32 por Agata Wierzbowska

(Escucha el podcast aquí)

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