"...y mientras Él oraba, el cielo se abrió, - Lucas 3:21 LBLA
Somos Cristianos. Hemos recibido los santos sacramentos del Bautismo, la Santa Comunión, la Reconciliación y la Confirmación. Algunos de nosotros fuimos ordenados sacerdotes en la Iglesia Católica. Así que hemos sido equipados con todo lo necesario para orar y hablar con nuestro Señor.
El pasaje del evangelio de hoy nos ayuda a detenernos un momento y pensar en la manera como oramos. Como padres, maestros y sacerdotes, tenemos mucha experiencia en este campo. Conocemos muy bien acerca de las oraciones de adoración, acción de gracias y de las de intercesión. Leemos en Hebreos 13:15 y Apocalipsis 4:11 acerca de la oración de adoración. Conocemos el Salmo 100 versículo 4 que nos habla de la necesidad de dar gracias. A menudo seguimos el ejemplo de Daniel (9:1-27) e intercedemos por otra persona o grupo de personas. Pero, ¿realmente abrimos nuestras almas al don del Espíritu Santo y buscamos ayuda en nuestras debilidades? (ver: Romanos 8:26-27)
Admito que, en ocasiones, mi oración es automática. Yo oro mucho: Eucaristía a diario, breviario 6 o 7 veces al día, las Escrituras. Pero aún así, me cuesta escuchar al Espíritu Santo que desciende parecido al sonido de una brisa suave (ver: 1 Reyes 19: 11-21). Como Elías, escapo de la realidad y quiero conocer al Dios que rasga las montañas y despedaza las rocas. Pero esto no sucede! Entonces, soy impaciente y hago mis planes y tomo mis propias decisiones. Me digo a mí mismo que mi Señor no me responde y dice lo que debo hacer.
El pasaje de hoy tocó muy profundo en mi interior. Sí, entiendo que tengo que pasar más tiempo en silencio delante de mi Señor. Necesito ser más paciente y abrir más mi corazón para que el Espíritu Santo descienda sobre mí. Solo entonces, estaré listo para recibir el mensaje: "Tú eres mi muy amado hijo, y me brindas una gran alegría". Amén.
Reflexión sobre Lucas 3:21-382 por Józef Trzebuniak
(Escucha el podcast aquí)
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