Wednesday, February 21, 2024

La casa de mi Padre

"¡No hagáis de la casa de mi Padre un mercado!" – Juan 2:16


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En la reflexión de hoy leemos acerca de cómo actuó nuestro Señor Jesucristo en la casa de Su Padre cuando vio la injusticia que ocurría en ese lugar.  En el evangelio de Juan, la relación de Jesús con su Padre se enfatiza mucho.  Jesús usa el término "la casa de mi Padre" con bastante frecuencia, de hecho, alrededor de 53 veces.

Hay dos ocasiones registradas en las que Jesús limpió el templo. La primera vez al comienzo de Su ministerio, y la segunda vez justo después de Su entrada triunfal en Jerusalén, poco antes de ser crucificado. Esta segunda limpieza no se registra en el evangelio de Juan. Los dos eventos tuvieron lugar con casi tres años de diferencia. La reflexión de hoy se centra en el primero de los dos tiempos.

No sólo se llevaban a cabo asuntos normales en el templo. La venta de animales no se hacía de forma honesta. La gente era explotada y engañada en términos económicos. Los traficantes profanaban el templo y violaban la ley. El mal uso del templo y la injusticia que ocurría provocaron la ira de Jesús.

Nuestra percepción de Jesús siempre debe estar firmemente basada en las Escrituras. El mismo Jesús que habló amablemente con la mujer samaritana pudo derribar las mesas. Como leemos en las Escrituras, Jesús es tanto un León (Apocalipsis 5:5) y un Cordero (Juan 1:29). Otro aspecto que se destaca claramente en este pasaje es que una persona está en el amor de Dios o bajo Su ira. No hay término medio.

Nuestro Señor Jesús actuó apropiadamente, según la situación. Él siempre da el ejemplo de bondad y amor. Sin embargo, aquí podemos aprender de este pasaje que no podemos simplemente aceptar algo que está claramente mal. No podemos ignorar y no actuar. Muchas personas temen actuar porque no quieren "hacer olas". No quieren molestar a los demás ni causar ningún trastorno. Más bien, se quedan callados y no dicen nada a pesar de que saben lo mala que es la situación. Jesús no ignoró la corrupción que sucedía en el templo. No, Él actuó cuando fue necesario.

Si es un tema de importancia, debemos afrontarlo, especialmente si es injusto y no es conforme a la Palabra de Dios. Deberíamos actuar apropiadamente. Como comúnmente se dice: Lo único necesario para que el mal triunfe en el mundo es que los hombres buenos no hagan nada.

Este pasaje también sirve como recordatorio de que nuestros cuerpos ahora son templo del Espíritu Santo y que fuimos comprados por precio (1 Corintios 6:19-20). Fuimos comprados con la preciosa sangre de Jesucristo (1 Pedro 1:18-19). La sangre de Cristo fue el sacrificio perfecto y final por el pecado. Él salva completamente a los que por él se acercan a Dios (Hebreos 7:25).

Oremos para que nada inmundo entre en nuestros templos y que usemos nuestros templos para glorificar a Dios.

 

Reflexión sobre Juan 2:13-23 por Hanne Teach

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