Él se apresuró y descendió y lo recibió con alegría. - Lucas 19:6
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El fragmento del Evangelio nos cuenta la historia de Zaqueo, el principal recaudador de impuestos en Jericó. Esta historia ilustra muy bien el derramamiento de gracia en nuestras vidas.
Jesús vio a Zaqueo sentado en un árbol y le dijo que quería quedarse en su casa. El hombre no invitó a Jesús. Fue Jesús quien habló primero y ofreció Su visita. Todo lo que Zaqueo hizo fue responder a estas palabras. Y tal como lo describe el Evangelio, él lo hizo con alegría. Aceptó que Jesús viniera a él y le ofreció no sólo su casa para quedarse; también admitió sus faltas y decidió cambiar su vida drásticamente. Todo esto aun cuando Jesús no mencionó nada en ese momento acerca de que Zaqueo necesitaba arrepentirse.
Un proceso similar también ocurre en nuestras vidas. No necesitamos cambiar nuestras vidas y convertirnos en santos antes de que Jesús venga a nosotros. Él llega a ti primero. Él quiere venir incluso en nuestras debilidades, pecados y fracasos. Él nos ofrece su presencia, su amor, sin ningún mérito por nuestra parte. Depende de nosotros si lo aceptamos, si respondemos a Jesús con alegría como lo hizo Zaqueo. Pero cuando aceptamos esta luz y dirigimos nuestras vidas hacia Él, Su gracia nos permite tomar conciencia de nuestros pecados, luego arrepentirnos, cambiar y luchar contra todos nuestros pecados y defectos.
¿Podemos entonces abrirnos a su gracia, aceptarla con alegría, dejar que Jesús venga a nosotros y dejarnos purificar por Él?
Reflexión sobre Lucas 19: 1-27 por Agata Wierzbowska
(Escucha el podcast aquí)
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